Breve (y estoica) historia de la humanidad

BREVE (Y ESTOICA) HISTORIA DE LA HUMANIDAD
Por: César Daniel Delgado

Las células emergieron sin razón aparente,
una simplicidad extrema escondía la mayor complejidad,
uniéronse, creciendo sin cesar,
formando otros seres, aún minúsculos,
los pilotes escondidos de la eternidad.

Surgieron nuevas redes, estructuras perfectas,
que fusionadas construyeron una mayor diversidad,
elementos únicos y conectados,
una base casi indescifrable, matemática,
el sostén de la vida y la humanidad.

El infinito parecía acortarse con frecuencia,
y los cuerpos cognoscibles nadaron en la tierra,
formas siempre desconocidas, materiales,
un mar de seres animados,
el inicio de la fábula jamás narrada.

Un ser llamado Homo y de sobrenombre sapiens,
quien lleva el mote más soberbio de la historia,
el primero que reconoció su propia existencia,
caminó, se irguió, habló,
sin saberlo creó, descubrió, creció.

Su mente despertó de forma inconsciente,
la ficción tomó forma en su brillante cerebro,
reluciente más por nuevo que por certero,
así formó clanes, tribus y sociedades,
frutos ineludibles del trabajo del campo fértil.

Monstruos, hadas, magos, animales fantásticos,
todos estos seres inundaron el sonido compartido de la voz,
lazos aéreos que cohesionaron a los pueblos,
cuya inteligencia iba en alza exponencial,
así como la consciencia de la muerte con su temible hoz.

El terror del final necesitaba otra respuesta,
una que fue hallada velozmente en la mente en ebullición,
un peldaño superior fue creado sobre nuestras propias cabezas,
la habitación de lo inentendible, lo increíble,
el lugar de la fe, de los seres artificialmente superiores.

Muchas preguntas surgieron en la naturaleza,
parecía que ninguna tendría respuesta,
así que el "sabelotodo" se dedicó a estudiar, a trabajar,
prefirió buscar las soluciones más cercanas,
decidió dejar al lado su fatal destino, su karma.

Los siglos consumieron a los hombres y mujeres,
niños y ancianos, pobres y ricos por igual,
el planeta había girado millones de veces en un milisegundo de la vida,
máquinas autómatas nacieron de la mano del hombre,
le provocaron satisfacción y hambre de gloria.

El humano sintió que el momento había llegado,
casi todas las preguntas del principio estaban resueltas,
incluso exploró la inmensidad del espacio, huyó del orbe azulado,
la luna, antes diosa, protectora y musa,
ahora representaba un objetivo más del desarrollo acelerado.

"Si puedo viajar por el espacio, ¿por qué no puedo alargar mis días?"
reflexionó con ansias la tribu global unificada,
"Buscaremos la inmortalidad, la vida eterna,
los dioses guardaron por siempre este secreto,
pero los hemos superado, hemos dado en el clavo".

Y así dedicó el resto de sus días, ahora inciertos,
averiguando el secreto de (alargar) la vida,
dirigió sus ojos hacia el universo, hacia la eternidad,
olvidando, tal vez para siempre,
cómo vivir bien, cómo celebrar, compartir, charlar.

Prefirió no combatir el hambre, la enfermedad, la pobreza,
la violencia, la avaricia, la injusticia, todos rasgos de la modernidad,
aborreció la música, el arte, la filosofía,
decidió que pensar en la humanidad no era humano,
por buscar la cura a la muerte olvidó en mejorar la vida misma.

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